«Las chicas buenas van al cielo; las malas, a todas partes». Una de las frases más recordadas de Mae West resume a la perfección su vida: actriz, dramaturga, guionista, cantante y comediante, pero, sobre todo, el primer símbolo sexual del cine. Desde los felices años veinte hasta la década de los cuarenta, pasando por los años del crack y la ley seca, Mae West sacudió la moral puritana con su feminidad arrolladora y un descaro nunca antes visto. La presente recopilación recoge algunas de sus frases más inolvidables, aquellas en las que su sentido de la ironía, su chispa, su inteligencia y su procacidad aún nos cautivan (y nos arrancan una sonrisa de admiración) en la actualidad.
Mary Jane West nació en Brooklyn en 1893. Habituada a moverse en clubes nocturnos debido a los empleos de sus padres, aprendió desde pequeña el lenguaje picante y soez de los hombres y forjó con él una personalidad descarada y desafiante. Motivada por su madre, comenzó a actuar y cantar desde niña. Su obra Sex, que ella misma escribió, produjo y protagonizó, le trajo un gran éxito en Broadway y, también, unos días de cárcel por inmoral. Además de en una gran cantidad de musicales y obras de teatro, actuó en una docena de películas que la llevaron a ser, en los años treinta, la mujer mejor pagada de los Estados Unidos.