Testigo sin palabras de la chachara interminable de trece contertulios -padres emeritos de las tribus de Israel-, el vigilante jurado del garito no quita ojo al entorno citadino: una urbe actual superpoblada, hostil, fria, inhumana, caotica, infernal, odiosa. De ahi que la furgoneta de ayuda humanitaria compita con la megafonia -y esta con la pantalla gigante- impartiendo alimentos inverosimiles, cinicas admoniciones y avisos represores, en tanto la fauna liquida de transeuntes, mendigos, huerfanos, exiliados y migrantes abona ese caudal que nadie quiere embalsar en casa. La lupa del enmascarado detective escruta lo que se mueve, cuece y palpita con la minuciosa precision de un microscopio Stradivarius.